Cultivos autóctonos de la Comunidad Valenciana, como las manzanas de la Sarga o las calabazas de Castalla, están en peligro de desaparecer debido a la baja rentabilidad y los efectos del cambio climático. Este fenómeno no solo afecta a la producción agrícola, sino también al tejido social y económico de la región, poniendo en riesgo el desarrollo sostenible.
El cambio climático y la baja rentabilidad están impactando de manera drástica en los cultivos autóctonos del interior de Alicante y la Comunidad Valenciana, regiones históricamente conocidas por su diversidad agrícola. Comarcas como L’Alcoià, El Comtat o la Marina Alta están viendo cómo productos que formaron parte del paisaje agrícola durante generaciones, como las manzanas de la Sarga, luchan por sobrevivir. A pesar de su gran valor histórico y cultural, estos cultivos se encuentran hoy en una situación crítica.
Uno de los casos más significativos es el de las manzanas de la Sarga, un cultivo tradicional de la comarca de L’Alcoià que llegó a su apogeo en las décadas de los 60 y 70. Sin embargo, la falta de una estructura comercial adecuada y el escaso relevo generacional han provocado una reducción dramática en su producción. En la actualidad, el potencial productivo ha caído a apenas tres millones de kilos anuales, una cifra insignificante si se compara con las más de 60 millones de kilos que se recogían en su época de mayor esplendor. A esta situación se suma el cambio climático, con el aumento de las temperaturas y la sequía prolongada, lo que ha afectado tanto al ciclo de floración como a la calidad del fruto.
El cambio climático no solo ha alterado el comportamiento de estos cultivos, sino que también ha modificado las épocas de recolección, generando un entorno incierto para los agricultores. En algunos casos, los árboles florecen al mismo tiempo que empiezan a dar frutos, lo que resulta en una disminución de la producción. Además, los fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor, provocan daños irreparables en los frutos, reduciendo su valor comercial.
La situación no es única para las manzanas de la Sarga. Otros cultivos autóctonos, como las calabazas de Castalla, también enfrentan dificultades similares. Estos productos, que antaño eran claves en la economía local, hoy son meramente testimoniales debido a la falta de competitividad en un mercado que privilegia el aspecto estético sobre el sabor y la autenticidad. Las calabazas blancas, utilizadas para la elaboración de fruta escarchada en los turrones, son otro ejemplo claro de cómo el cambio climático afecta a los ciclos de cultivo, adelantando la recolección y disminuyendo el rendimiento anual.
Desde el punto de vista de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), esta crisis agrícola pone en riesgo no solo la sostenibilidad ambiental, sino también la social y económica. La pérdida de estos cultivos afecta directamente a las comunidades rurales, muchas de las cuales dependen de la agricultura como principal fuente de ingresos. La falta de rentabilidad en los cultivos tradicionales está provocando un éxodo rural, lo que agrava la despoblación de las zonas interiores de Alicante y reduce las oportunidades de desarrollo local.
Además, la sostenibilidad social se ve comprometida por la ausencia de relevo generacional. Las nuevas generaciones optan por abandonar el campo en busca de trabajos más estables, lo que pone en peligro el conocimiento y las prácticas agrícolas tradicionales. Esta falta de continuidad también se refleja en la baja capacidad de adaptación de los agricultores, muchos de los cuales no cuentan con los recursos necesarios para implementar nuevas tecnologías o técnicas de riego más eficientes, como el riego por goteo, que podría mitigar algunos de los efectos del cambio climático.
En términos de gobernanza, es crucial que se implementen políticas públicas que apoyen a los pequeños agricultores y promuevan la preservación de estos cultivos autóctonos. Incentivos para la comercialización de productos locales, inversión en infraestructuras de riego y educación en tecnologías agrícolas sostenibles podrían ser medidas clave para revertir esta situación. También sería importante fomentar la cooperación entre productores, distribuidores y entidades públicas para garantizar una cadena de suministro justa y sostenible.
El futuro de los cultivos tradicionales del interior de Alicante no está solo en manos de los agricultores. Es necesario un esfuerzo coordinado que involucre a todos los actores, desde los gobiernos locales y regionales hasta los consumidores, que deben valorar y apoyar los productos autóctonos. Si no se actúa pronto, la desaparición de estos cultivos no solo representará una pérdida económica, sino también un golpe a la identidad cultural y agrícola de la Comunidad Valenciana.